LA CUESTIÓN PALESTINA

LA CUESTIÓN PALESTINA

LA PAREJA SÍNTOMA/FETICHE

ISLAMO-FASCIMO, CRISTO-FASCISMO, SIONISMO

mieux vaut un désastre qu’un désêtre



SLAVOJ ŽIŽEK

[Traducción libre de Oscar Mauricio Espejo, tomada del original en inglés de http://www.lacan.com/essays/?page_id=261 Por ser mi primer intento de traducción del inglés al español de un texto académico, y al no ser un experto en esta materia, la presente traducción contiene las obvias fallas y errores que puede haber en un ejercicio como éste. Para cualquier consulta o comentario sobre la traducción y/o el texto original, pueden dejar sus comentarios.]

Existen dos diferentes modos de mistificación ideológica los cuales no deben ser confundidos de ninguna manera: el liberal-democrático y el fascista. El primero se refiere a la falsa universalidad: el sujeto que aboga por libertad/igualdad, sin tener conciencia de los requisitos implícitos los cuales, en sus muchas formas, constriñen su ámbito (privilegiando determinados estratos sociales: rico, hombre perteneciente a cierta raza o cultura). El segundo se refiere a la falsa identificación del antagonismo y del enemigo: la lucha de clases es desplazada por la lucha contra los judíos, de modo que la ira popular a ser explotada es redirigida desde las relaciones capitalistas como tal hacia la “conspiración judía”. Así, para decirlo en términos de cierta ingenuidad hermenéutica, en el primer caso, “cuando el sujeto dice 'libertad e igualdad' realmente quiere decir 'libertad de comercio, igualdad ante la ley', etc.,” y, en el segundo caso, “ cuando el sujeto dice 'los judíos son la causa de nuestra miseria' realmente quiere decir 'el gran capital es la causa de nuestra miseria'.” La asimetría es clara -para ponerlo nuevamente en términos ingenuos [naïve], en el primer caso, el contenido explícito “bueno” (libertad/igualdad) encubre el contenido implícito “malo” (clase y otros privilegios y exclusiones), mientras en el segundo caso , el contenido explícito “malo” (antisemitismo) encubre el contenido implícito “bueno” (lucha de clases, odio a la explotación).

Para cualquier persona versada en teoría psicoanalítica, la estructura interna de las dos mistificaciones ideológicas es aquella pareja síntoma/fetiche: las limitaciones implícitas son los síntomas del igualitarismo liberal (lo singular retorna de la verdad reprimida), mientras que “judío” es el fetiche de los fascistas antisemitas (“la última cosa que el sujeto ve” antes de enfrentarse a la lucha de clases). Esta asimetría tiene consecuencias cruciales para el proceso critico-ideológico de desmistificación: a propósito del igualitarismo liberal, no es suficiente con recurrir al viejo punto marxista acerca de la diferencia entre la apariencia ideológica de la forma legal universal y los intereses particulares que efectivamente la sostienen – como es tan común entre los críticos políticamente-correctos de la izquierda. El contra argumento de que la forma nunca es una “mera forma”, sino que envuelve una dinámica que deja sus huellas en la materialidad de la vida social, hecho por teóricos tales como Claude Lefort [1] y Jacques Rancière [2] es completamente válida - Fue la “libertad formal” burguesa la que puso en marcha el proceso de demandas y prácticas políticas “materiales” en total, desde los sindicatos al feminismo. Se debe resistir a la tentación cínica de reducirlo a una mera ilusión que oculta una actualidad diferente. Eso sería caer en la trampa de la vieja hipocresía estalinista que se burlaba de la “meramente formal” libertad burguesa: si fuera tan meramente formal y no perturbaba las verdaderas relaciones de poder, ¿por qué, entonces, el régimen estalisnista no la permitió? ¿porqué le temía?

La desmistificación interpretativa es, pues, aquí relativamente fácil, ya que moviliza la tensión entre forma y contenido: para ser consecuente, un demócrata liberal “honesto” tendría que admitir que el contenido de sus premisas ideológicas contradice su forma, y por tanto radicaliza la forma (el axioma igualitario) a través de la implementación más a fondo sobre el contenido. (La principal alternativa es el refugio en el cinismo: “Sabemos que el igualitarismo es un sueño imposible, así que déjenos pretender que somos igualitarios, mientras silenciosamente se aceptan las limitaciones necesarias...”). En el caso del “judío” como el fetiche fascista, la desmistificación interpretativa es mucho más difícil (confirmando así la percepción clínica de que un fetichista no puede ser socavado por la interpretación del "significado" de su fetiche – el fetichista se siente satisfecho en su fetiche, no experimentan la necesidad de librarse de él). En términos políticos prácticos, esto significa que es casi imposible “iluminar” a un trabajador explotado quien culpa a los “judíos” por su miseria, explicándole cómo el “judío” es un enemigo equivocado, promovido por su verdadero enemigo (la clase dominante) para borrar las líneas de la verdadera lucha, y así conseguir trasladarla desde los “judíos” a los “capitalistas” (Incluso empíricamente, mientras muchos comunistas se unieron a los nazis en Alemania en las décadas de 1920 y 1930, y muchos decepcionados comunistas en Francia en las últimas décadas se convirtieron en partidarios del Frente Nacional de le Pen, el proceso contrario fue extremadamente raro.) Para ponerlo en crudos términos políticos, la paradoja es, pues, que si bien el sujeto de la primera desmistificación es principalmente el enemigo (el “burgués” liberal quien piensa que lucha por la libertad y la igualdad universal) mientras el sujeto de la segunda mistificación son principalmente “propiamente nuestros,” los menos privilegiados (quienes están seducidos a redirigir su ira hacia un objetivo equivocado), la desmistificación práctico-efectiva es mucho más fácil en el primer caso.

Con respecto a la situación de la lucha ideológica de hoy, esto quiere decir que uno debe ver al final con profunda sospecha a aquellos izquierdistas quienes argumentan que los movimientos fundamentalistas-populistas musulmanes están básicamente con “nosotros”, movimientos emancipadores anti-imperialistas, y el hecho de que formulen su programa en términos anti-iluministas y anti-universalistas, en ocasiones consiguiendo acercarse directamente al antisemitismo, es sólo la confusión que resulta por estar atrapados en la inmediatez de la lucha (“cuando dicen que están en contra de los judíos, lo que realmente quieren decir es que sólo que están en contra del colonialismo zionista”). Incondicionalmente se debe resistir a la tentación de “entender” el antisemitismo árabe (donde lo encontramos realmente) como una reacción “natural” a la triste y difícil situación de los palestinos: no debe haber “comprensión” por el hecho que, en muchos, si no en la mayoría, de los países árabes, Hitler es aun considerado como un héroe, el hecho de que, en los textos escolares de primaria, todos los mitos antisemitas tradicionales, desde los notoriamente falsificados Protocolos de los Sabios de Zion, hasta aquellos que afirman que los judíos usan la sangre de niños cristianos (o árabes) para sacrificios, les son atribuidos. Afirmar que este antisemitismo articula de un modo desplazado la resistencia contra el capitalismo de ninguna manera se justifica: el desplazamiento no es aquí una operación secundaria, sino el gesto fundamental de la mistificación ideológica. Lo que esta afirmación implica es la idea de que, en el largo plazo, la única manera de combatir el antisemitismo no es predicar la tolerancia liberal, etc., sino articular el motivo capitalista subyacente de una forma directa, no desplazada. Una vez que aceptamos esta lógica, damos el primer paso en el camino hacia el final de lo que es una conclusión bastante “lógica”, ya que Hitler también “quiso decir realmente” capitalistas cuando hablaba de los “judíos”, él debe ser nuestro aliado estratégico en la lucha global anti-imperialista, con el imperio anglo-americano como el principal enemigo. (Y esta línea de argumentación no es un simple ejercicio retórico: los nazis promovieron la lucha anti-colonialista en los países árabes y en India, y muchos neo-nazis hacen simpatía con la lucha árabe contra el Estado de Israel. (Lo que hace única o singular a la figura del Jacques Verges, el “defensor del terror”, un fenómeno universal que encarna esta opción de “solidaridad” entre el fascismo y el anti-colonialismo.) Hubiera sido un error fatal pensar que, en algún momento futuro, convenceremos a los fascistas que el “real” enemigo es el capital, y que deberían agotar la forma particular religiosa/étnica/racista de su ideología y unir fuerzas con el igualitarismo universal. Así, se debe rechazar el lema “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, el cual nos lleva a descubrir el potencial anti-imperialista “progresista” de los movimientos fundamentalistas islámicos. El universo ideológico de movimientos como el Hezbollah está basado en la borrosa distinción entre el neo-imperialismo capitalista y la emancipación secular progresista: dentro del espacio ideológico del Hezbollah, la emancipación de las mujeres, los derechos de los gays, etc., no son nada, sino el “decadente” aspecto moral del imperialismo occidental... Badiou admite que “hay una limitación interna fundamental de estos movimientos, atada como están a su particularidad religiosa”, ¿es, no obstante, esta limitación únicamente en el corto plazo, como Badiou parece insinuar, algo que estos movimientos superarán en la proverbial “segunda, más alta” etapa de su desarrollo, cuando ellos se universalizarán (tendrán que) a sí mismos? Badiou está en lo correcto cuando anota que el problema aquí no es la religión como tal, sino su particularidad – ¿y no es esta particularidad ahora una limitación fatal de estos movimientos, cuya ideología es directamente anti-iluminista?

Para ser mas precisos, uno debe especificar que la limitación interna de estos movimientos no está en su carácter religioso como tal, no importa cuan “fundamentalista” es, sino en su actitud práctico-ideológica con respecto al proyecto emancipador universalista basado sobre el axioma de la igualdad. Para hacer este punto claro, permitámonos recordar el caso trágico de la comunidad de Canudos en Brasil a finales del siglo XIX: ésta fue una comunidad “fundamentalista”, si es que aún había una, dirigida por un “consejero” fanático defensor de la teocracia y el retorno a la monarquía – pero al mismo tiempo un promulgador de la utopía comunista sin dinero o leyes, propiedad comunal, total solidaridad igualitaria, igualdad entre hombre y mujeres, libre derecho al divorcio, etc. - esta dimensión es la faltante en el “fundamentalismo” musulmán, no importa cuan “anti-imperialista” pretenda ser. Moishe Postone presentó este punto claramente:

El desastre natural de la guerra /Iraq/ y, mas generalmente, de la administración Bush, no debe obscurecer que en ambos casos los progresistas se vieron enfrentados entre ellos, con lo que debió haber sido visto como un dilema – un conflicto entre un poder imperial agresivo y un movimiento contra-globalización profundamente reaccionario en un caso, y un brutal régimen fascista en el otro /.../ El antisemitismo, en consecuencia, puede parecer anti-hegemónico. Esta es la razón del por qué hace un siglo August Babel , líder socialdemócrata alemán, lo caracterizaba como el socialismo de tontos. Dado su desarrollo subsecuente, podría haber sido llamado el anti-imperialismo de tontos/.../ En vez de analizar esta forma reaccionaria de resistencia de maneras que ayudarían a apoyar formas más progresivas de resistencia, no obstante, mucha de la izquierda occidental lo ha ignorado o racionalizado como una infortunada, si comprensible, reacción a las políticas israelís en Gaza y Cisjordania /.../ su oposición a Estados Unidos no ha sido en nombre de una alternativa más progresiva. Por el contrario, el régimen del Baath en Iraq – un régimen cuyo carácter opresivo y de exceso de brutalidad como, por ejemplo, los regimenes militares asesinos en Chile y Argentina en la década de 1970 y 1980 – no puede ser considerado progresivo o potencialmente progresista de ninguna manera. [3]

Pero incluso en el caso de los movimientos “claramente” fundamentalistas, uno debe ser cuidadoso en no confiar en los medios. Los Talibanes son regularmente presentados como un grupo fundamentalista islámico que impone con terror su dominio – sin embargo, cuando, en la primavera de 2009, se impusieron en el Valle de Swat en Pakistán el New York Times reportó que ellos maniobraron “una revuelta de clase que explota las profundas fisuras entre un pequeño grupo de ricos terratenientes y sus inquilinos sin tierra”:

En Swat, se informa por quienes han escapado ahora, aclaran que el Taliban tomó el control empujando afuera a cuatro docenas de terratenientes los cuales tenían mas poder. Para hacerlo, los campesinos militantes se organizaron en cuadrillas que se convirtieron en tropas de choque /.../ La habilidad del Talibán para explotar las divisiones de clase añade una nueva dimensión a la insurgencia y está subiendo la alarma sobre los riesgos para Pakistán, que sigue siendo en gran medida feudal. Mahboob Mahmood, un abogado americano-pakistaní y antiguo compañero de clase del presidente Obama, dijo, 'el pueblo de Pakistán está psicológicamente listo para una revolución.' La militancia sunni está tomando ventaja de las profundas divisiones de clase que se han enconado por largo tiempo en Pakistán. “Los militantes, por su parte, son mas prometedores que la sola proscripción a la música y la escuela” dijo. “ También son prometedores la justicia islámica, el gobierno efectivo y la redistribución económica.” [4]

Thomas Altizer [5] explica las implicaciones y consecuencias de este nuevo dato (nuevo para nuestros oídos occidentales): “Ahora finalmente está siendo revelado que el Taliban es una genuina fuerza de liberación asaltando el antiguo dominio feudal en Pakistán y liberando a la vasta mayoría campesina de ese dominio /.../ Afortunadamente se le dará ahora una genuina crítica a la administración de Obama la cual es de lejos mas peligrosa que la administración Bush, tanto porque está teniendo tal libertad de manos y porque es de lejos una administración más fuerte.” La consecuencia política de esta paradoja es la tensión propiamente dialéctica entre la estrategia a largo plazo y la alianzas tácticas a corto plazo: aunque, en el largo plazo, gran parte del éxito de las luchas radicales-emancipadoras dependen de la movilización de las clases más bajas las cuales son hoy a menudo ciervas del populismo fundamentalista, uno no debe tener problemas en el corto plazo con la celebración de alianzas con los liberales igualitarios como parte de la lucha anti-sexista y anti-racista.

Lo que el fenómeno como el taliban demuestra es que la vieja tesis de Walter Benjamin “cada ascenso del fascismo atestigua una revolución fallida” no sólo se mantiene aún hoy, sino que es quizá más pertinente que nunca. A los liberales les gusta señalar las similitudes entre los “extremismos” de izquierda y derecha: “el terror de Hitler y los imitados campos de terror bolcheviques, el partido leninista está vivo en al Qaida – sí, pero ¿qué significa todo esto? También puede ser leído como una indicación de cómo el fascismo literalmente remplaza a (toma parte de) la revolución de izquierda: su ascenso es la falla de la izquierda, pero simultáneamente prueba que había un potencial revolucionario, insatisfecho, que la izquierda no fue capaz de movilizar. ¿acaso no es lo mismo que sostiene el hoy así llamado (por algunos) fascismo islámico? ¿no es el ascenso del islamismo radical exactamente correlativo a la desaparición de la izquierda secular en los países musulmanes? Hoy, cuando Afganistán es retratado como el máximo país islámico fundamentalista, ¿quién recuerda que, hace 30 años, era un país con una fuerte tradición secular, hasta con un poderoso partido comunista que tomó el poder allí independientemente de la Unión Soviética? ¿dónde despareció esta tradición secular? En Europa, ocurre exactamente lo mismo en Bosnia: en la década de 1970 y 1980 Bosnia y Herzegovina fue (multi)culturalmente la más interesante y viva de todas las repúblicas yugoslavas con una internacionalmente reconocida escuela de cine y un singular estilo de música rock; en la Bosnia de hoy, hay efectivamente fuertes fuerzas fundamentalistas (como la multitud fundamentalista musulmana la cual atacó brutalmente en septiembre de 2008 la parada gay en Sarajevo). La principal razón de esta regresión es la desesperada situación de los musulmanes bosnios en la guerra de 1992-1995, cuando fueron básicamente abandonados por los poderes occidentales a las armas serbias. (Y, como Thomas Frank ha demostrado, lo mismo ocurre en Kansas, la versión domestica de Afganistán para los EE.UU.: el mismo estado que fue hasta la década de 1970 la piedra angular del populismo radical de izquierda, es hoy la piedra angular del fundamentalismo cristiano [6] – ¿no confirma acaso de nuevo la tesis de Benjamin de que cada fascismo es un índice de una revolución fallida?

Vamos a tratar con la siguiente proposición: ¿se justifica el término “Islamo-fascismo”propuesto (entre otros) por Francis Fukuyama y Bernard Henry-Levy? Lo que la hace problemática no es sólo la calificación religiosa (entonces estamos dispuestos también a designar nuestro fascismo como cristo-fascismo? - el fascismo es en sí mismo suficiente, no necesita más calificativos), sino la misma designación de los movimientos y estados fundamentalistas islámicos de hoy como “fascistas.” Es un hecho (mas o menos abierto) que el antisemitismo está presente en estos movimientos y estados, y que hay vínculos históricos entre el nacionalismo árabe y el fascismo y el nazismo europeo; sin embargo, el antisemitismo no juega exactamente el mismo papel del que juega en el fascismo europeo, que responde a la intrusión externa para la desintegración de nuestra (alguna vez) “armoniosa” sociedad – hay una gran diferencia que no puede ser captada a simple vista. Para los nazis, los judíos fueron peores enemigos como nómadas, pueblo sin estado ni raíces que corrompían a la comunidad en la que vivían desde adentro, de manera que, para ellos, el estado de Israel es una solución (por lo menos una de ellas) – no sorprende que, antes de decidir matar a todos los judíos, los nazis jugaron con la idea de darles una tierra para formar un estado (desde Madagascar hasta la misma Palestina). Para los árabes “anti-zionistas” de hoy, por el contrario, es el estado de Israel el problema: los más radicales de ellos reclaman la obliteración del estado de Israel, es decir, el retorno de los judíos a su estado nómada/sin estado.

Todos conocemos la caracterización anticomunista del marxismo como “el islam del siglo XX”, secularizando el abstracto fanatismo del Islam. Jean-Pierre Taguieff, el historiador liberal del antisemitismo, da vuelta a esta caracterización: el Islam está resultando ser el “marxismo del siglo XXI”, prolongando, después del declive del comunismo, su anti-capitalismo violento. Sin embargo, si tomamos en cuenta la idea de Benjamin de cómo el fascismo ocupa el lugar de la fallida revolución, el “núcleo racional” de tales inversiones puede ser fácilmente aceptada por los marxistas. La conclusión más catastrófica que podemos delinear a partir de esta constelación, es aquella que esboza Moishe Postone y algunos de sus colegas: desde que cada crisis abre un espacio para la izquierda radical también resulta en un ascenso del antisemitismo, para nosotros es mejor apoyar el éxito del capitalismo y esperar a que no haya crisis. Traída esta conclusión, este racionamiento implica que, en ultimas, el anti-capitalismo es como tal antisemita... Es en contra de tal racionamiento que uno debe leer el lema de Badiou mieux vaut un désastre qu’un désêtre: uno debe tomar el riesgo de ser fiel a un evento, incluso si el evento termina en un “oscuro desastre”. La diferencia entre el liberalismo y la izquierda radical es que, si bien se refieren a los mismos tres elementos (el centro liberal, la derecha populista, la izquierda radical), se localizan en una topología radicalmente diferente: para el centro liberal la izquierda y la derecha radical son dos formas de la apariencia del mismo exceso “totalitario”, mientras para la izquierda la única verdadera alternativa está entre sí misma y la corriente principal del liberalismo, con la derecha “radical” populista como nada, pero con el síntoma de la incapacidad del liberalismo para tratar con la amenaza de la izquierda. Y cuando oímos a un político o ideólogo ofreciéndonos una elección entre la libertad liberal y la opresión fundamentalista, y triunfalmente formula una pregunta (puramente retorica) “¿quieren que la mujeres sean excluidas de la vida pública y privadas de sus derechos fundamentales? ¿Quieren que todos los críticos o burlones de la religión sean castigados con la pena de muerte?” Lo que debería hacernos sospechar es toda la auto-evidencia de su respuesta – ¿quién hubiera querido eso? El problema es que tal universalismo liberal simplista hace mucho tiempo perdió su inocencia. Esto es por qué, para un verdadero izquierdista, el conflicto entre la permisividad liberal y el fundamentalismo es, en el fondo, un falso conflicto – un círculo vicioso de dos polos que se generan y se presuponen uno al otro. Se debe lograr volver aquí a un paso hegeliano, y poner en cuestión cada medida desde la cual aparece el fundamentalismo en todo su horror. Los liberales han perdido hace mucho su derecho a juzgar. Lo que Hockheimer había dicho debe ser también aplicado al fundamentalismo de hoy. Aquellos quienes no quieran discutir (críticamente) sobre la democracia liberal y sus nobles principios deben también guardar silencio acerca del fundamentalismo religioso. E, incluso más puntualmente, se debe insistir en que el conflicto del Medio Oriente entre el estado de Israel y los Árabes es enfáticamente un falso conflicto: aún sí todos muriéramos a causa de ello, este es un conflicto el cual mistifica sus verdaderos problemas. Por tanto, ¿qué es lo que efectivamente está ocurriendo allí?

Para descubrir la verdadera dimensión de las noticias, es a veces suficiente leer juntas dos noticias dispares – el significado emerge de su vínculo, como una chispa explota desde un cortocircuito eléctrico. El primero de marzo de 2009, fue reportado que el gobierno Israelí ha elaborado planes para construir mas de 70,000 nuevas unidades habitacionales en los asentamientos judíos en la parte ocupada de Cisjordania: si se implementaban, los planes pueden incrementar el número de colonos en los territorios palestinos a cerca de 300,000 – una medida que no sólo socava seriamente la posibilidad de una estado palestino viable, sino que también pone trabas para la vida diaria de los palestinos. Un vocero del gobierno rechazó el reporte, argumentando que los planes eran por lo tanto de limitada importancia. La construcción actual de nuevos hogares en los asentamientos requiere de la aprobación del ministro de defensa y del primer ministro. No obstante, de los planes 15,000 ya han sido aprobados. Además, casi 20,000 de las unidades planeadas se posan en los asentamientos los cuales están lejos de la “línea verde” que separa a Israel de Cisjordania, es decir, en las áreas en las cuales Israel no puede esperar conservar a futuro un acuerdo de paz con los palestinos. La conclusión es obvia: mientras paga por el fingir estar de acuerdo con la solución de los dos estados, Israel está ocupado preparando el terreno para la situación en la cual formular una solución de dos estados de facto imposible.

El mismo día en que estos reportes golpearon los medios (Marzo 2), Hilary Clinton criticó el fuego de rocket desde Gaza como “cínico”, afirmando: “No hay duda de que cualquier nación, incluyendo Israel, no puede quedarse de brazos cruzados mientras su territorio y pueblo son objeto de ataques de rocket”. ¿Pero deben los palestinos quedarse de brazos cruzados mientras la tierra de Cisjordania es tomada día a día por ellos? Cuando los liberales israelís amantes de la paz presentan su conflicto con los palestinos en términos simétricamente “neutros”, admitiendo que hay extremistas en ambos bandos quienes rechazan la paz, etc., uno debe hacerse una simple pregunta: ¿qué ocurre en Medio Oriente cuando nada ocurre allí a nivel político-militar directo (es decir, cuando no hay tensiones, ataques, negociaciones)? Lo que ocurre es el lento trabajo de tomar la tierra de los palestinos en Cisjordania: el gradual estrangulamiento de la economía palestina, el parcelamiento de su tierra, la construcción de nuevos asentamientos, la presión sobre los granjeros palestinos para hacerlos abandonar su tierra (lo cual va desde la quema de cultivos y la profanación religiosa hasta los asesinatos individuales) todo esto soportado por una red kafkiana de regulaciones legales. Saree Makdisi, en Palestine Inside out: An Everyday Occupation, [8] describió cómo, aunque la ocupación israelí de Cisjordania es en el fondo animada por las fuerzas militares, es una “ocupación por la burocracia”: sus formas primarias son formas de aplicación, títulos de propiedad, papeles de residencia, y otros permisos. Es esta micro-administración del diario vivir, realiza el trabajo de asegurar la lenta pero firme expansión israelí: uno tiene que pedir permiso para salir con la familia, para labrar su propia tierra, para cavar un pozo, para ir a trabajar, para estudiar, para ir al hospital... Uno por uno, los palestinos nacidos en Jerusalen son, pues, privados de su derecho de vivir allí, impidiéndoles ganarse la vida, negando permisos de vivienda, etc. Los palestinos frecuentemente usan el cliché de la privación de Gaza, como “el campo de concentración mas grande del mundo” - no obstante, en el último año, esta designación ha venido acercándose peligrosamente a la verdad. Esta es la realidad fundamental que hace todas las abstractas “oraciones por la paz” obscenas e hipócritas. El estado de Israel está claramente comprometido en este lento proceso invisible, ignorado por los medios, una especie de excavación subterránea de la mole, por tanto, un día, el mundo despertará y se dará cuenta que no hay más palestinos en Cisjordania, que esta tierra está libre de palestinos, y que únicamente podemos aceptar el hecho.

En los últimos meses de 2008, cuando los ataques ilegales de los colonos de Cisjordania sobre los campesinos palestinos crecían diariamente, el estado del Israel trató de contener dichos excesos (la corte suprema ordenó la evacuación de algunos asentamientos, etc.). pero, como muchos observadores anotaron, estas medidas no pueden sino a parecer como a medias, contrarrestando una política la cual, a un nivel profundo, es a largo plazo política de estado del estado de Israel, viola masivamente los tratados internacionales firmados por el mismo Israel. La réplica de los colonos ilegales a las autoridades israelís básicamente es: estamos haciendo lo mismo que ustedes, sólo que más abiertamente, por lo tanto ¿tienen ustedes derecho a condenarnos? Y la respuesta del estado es básicamente: sean pacientes, no se apresuren demasiado, estamos haciendo lo que ustedes quieren, sólo que de una forma más moderada y aceptable... la misma historia continúa desde 1949: mientras Israel acepta las condiciones de paz propuestas por la comunidad internacional, cuenta con que el plan de paz no funcionará. Los salvajes colonos suenan en ocasiones como Brujilda del último acto de Die Walkuere de Wagner, al reprochar a Wotan que por contrarrestar una orden explícita y protegiendo a Siegmund, ella se da cuenta del verdadero deseo de Wotan, quien fue forzado a renunciar bajo una extrema presión, de la misma forma colonos ilegales únicamente se dan cuenta del verdadero deseo del estado de Israel al ser forzados a renunciar al ser forzados a renunciar por la comunidad internacional. Mientras tanto, condenando el abierto exceso violento de los asentamientos “ilegales”, el estado de Israel promueve nuevos “legales” asentamientos Cisjordanos, continúa el estrangulamiento de la economía palestina, etc. Una mirada a los continuos cambios del mapa del este de Jerusalén, donde los palestinos son gradualmente confinados a su espacios partido en rodajas, lo dice todo. La condena de la violencia extra-estatal anti-palestina ofusca la ilegalidad de lo “legal”.

Además, cuando los liberales occidentales defensores de la paz en Medio Oriente se oponen, entre los palestinos, a los demócratas comprometidos con el compromiso y la paz y los fundamentalistas radicales de Hamas, fallan en ver la génesis de estos dos polos: el esfuerzo largo y sistemático de Israel y los EE.UU. en debilitar a los palestinos a través de la vía de socavar el liderazgo del al Fatha, esfuerzo el cual, hasta hace 5 o 6 años, contemplaba incluso el apoyo económico del Hamas. El triste resultado es que los palestinos están ahora divididos entre los fundamentalistas del Hamas y la corrupción del Fatah: el debilitado al Fatah no es más la fuerza hegemónica la cual representaba los verdaderos anhelos substanciales de los palestinos (y como tal en condiciones de concluir la paz); es percibido más y más por la mayoría de los palestinos como lo que es, una maltrecha marioneta apoyada por EE.UU. representativa de los palestinos “demócratas”. De forma similar, mientras los EE.UU. se preocuparon por el régimen secular autoritario de Sadam en Iraq, la “talibanización” de su aliado Pakistán progresó lenta pero inexorablemente: el control del Taliban se extiende ya a partes de Karachi, la ciudad más grande de Pakistán.

Hay un interés compartido en ambos lados del conflicto por ver “fundamentalistas en el control” de Gaza: esta caracterización posibilita a los fundamentalistas monopolizar la lucha, y a Israel ganar simpatías internacionales. Consecuentemente, aunque todo el mundo lamenta el aumento del fundamentalismo, nadie entre los palestinos quiere realmente una resistencia secular a Israel. Pero ¿realmente no hay ninguno? Lo que si hay son dos secretos en el conflicto de Medio Oriente: Los palestinos seculares y los fundamentalistas zionistas – tenemos fundamentalistas árabes argumentando en términos seculares y judíos occidentales seculares basándose en el racionamiento teológico:

Lo extraño es que fue el zionismo secular el que trajo a dios para sostener ideas religiosas. De alguna manera los verdaderos creyentes en Israel son los no-religiosos. Esto es así porque para la vida religiosa de un ortodoxo el dios judío es actualmente bastante marginal. Hubo ocasiones cuando para un miembro de la élite intelectual ortodoxa era “uncool” referirse demasiado a dios: una señal de que no era lo suficientemente devoto de la “real” noble causa del polémico estudio del Talmud (el continuo movimiento de expansión de la ley y la evasión de ella). Fue únicamente la cruda mirada fija del zionismo secular la que tomó a dios, el cual fue seriamente una especie de coartada. Lo triste es que ahora más y mas judíos ortodoxos parecen estar convencidos de que en verdad creen en dios. [9]

La paradójica consecuencia de este embrollo ideológico es que hoy somos testigos de la última versión del antisemitismo, la cual alcanza el punto extremo de auto-relación. El rol privilegiado de los judíos en el establecimiento de la esfera del “uso público de la razón” depende de su sustracción de todo el poder estatal - esta posición de “parte de la no-parte” de toda comunidad orgánica estado-nación, no de la natural abstracta-universal de su monoteismo, los hace encarnación inmediata de la universalidad. No sorprende, entonces que, con el establecimiento del estado-nación judío, una nueva figura de judío emergiera: un judío resistente a la identificación con el estado de Israel, rechazando aceptar al estado de Israel como su verdadero hogar, un judío quien se “sustrae” el mismo de este estado, y quien incluyó al estado de Israel entre los estados hacia los cuales insiste en mantener una distancia, para vivir en sus intersticios – y es este un judío inexplicable quien es el objeto de lo que no puede ser sino designado como “zionismo antisemita”, el exceso foráneo disturbando a la comunidad estado-nación. Estos judíos, los “judíos de los mismos judíos” dignos sucesores de Spinoza, son hoy únicamente los judíos quienes continúan insistiendo en el “uso público de la razón”, rechazando presentar su racionamiento en el dominio “privado” del estado-nación.

En su nuevo libro The Arrogance of the Present [10], una exploración del legado de 1968, Jean Claude Milner se opone radicalmente a tal lectura. Su libro puede ser también leído como una réplica al The century de Alan Badiou , así como de la exploración de Badiou de las implicaciones político-ideológicas del “nombre del Judío”. En un implícito, pero por ello no menos intenso, diálogo con Badiou, Milner propone un diagnóstico totalmente diferente del siglo XX. Su punto de partida es el mismo como el de Badiou: “un nombre cuenta únicamente tan lejos como las divisiones lo inducen a ir” Los significantes-amo que importan son aquellos que claramente su campo simplifica la compleja situación en una clara división -si o no, con o en contra. Milner continúa: “Pero aquí está lo que sucedió: un día, se hace evidente que los nombres creen tener un futuro (glorioso o siniestro) donde ya no dividan a nadie; y los nombres despedidos en el fondo obsoletos empiezan a provocar divisiones infranqueables.” (21-2) Nombres los cuales hoy ya no dividen, generan apegos apasionados, pero que nos dejan indiferentes, son aquellos con los que tradicionalmente se disponía para actuar, como los que más movilizaban (“trabajadores” “lucha de clases”), mientras que los que parecían privados de su decisivo borde violentamente re-emergieron un su papel divisivo – hoy, el nombre judío "divide más profundamente a los seres hablantes”: contrario a los que el conocimiento predice, el punto culminante del siglo /XX/ no hizo beneficiara a la forma de la revolución social; tomó la forma de una exterminación. Por el contrario a lo que la revolución había prometido, la exterminación de las clases ignoradas y se fijó en un nombre sin ningún significado de clase. Incluso ninguno económico. Sin sombra de algún significado objetivo”. (214)

La conclusión de Milner es que “el único verdadero evento del siglo XX fue el retorno del nombre de judío” (212) – este retorno también fue una inquietante sorpresa para los mismos judíos. Esto para decir que, con la emancipación política de los judíos en la Europa moderna, una nueva figura de Judío emergió; el “judío del conocimiento” quien remplaza el estudio (del talmud, es decir, de sus raíces teológicas) con el conocimiento universal (científico). Obtuvimos judíos quienes se distinguieron en las ciencias seculares, y esto por que el marxismo fue muy popular entre los intelectuales judíos: se presentó a sí mismo como “socialismo científico”, uniendo conocimiento y revolución (en contraste a los jacobinos quienes prudentemente decían, a propósito de Laplace, “la república no necesita científicos”, o milenaristas quienes rechazan el conocimiento por pecaminoso). Con el marxismo, desigualdad/injusticia y su elevación a un objeto de conocimiento. (201) La ilustración, pues, ofrece a los judíos europeos un cambio para encontrar un lugar en la universalidad del conocimiento científico, ignorando su nombre, tradición, raíces. Este sueño, sin embargo, terminó brutalmente con el holocausto: los “judíos del conocimiento” no sobrevivieron al exterminio nazi – el trauma consiste en que el conocimiento lo permitió, no fue capaz de resistirlo, fue impotente al enfrentarlo. (Las huellas de esta impotencia son ya discernibles en el famoso debate de Davos de 1929 entre Ernst Cassirer y Heidegger, donde Heidegger trató de manera bastante descortés a Cassirer, rechazando dar un apretón de manos en la conclusión, etc.)

¿Cómo reaccionó la izquierda europea ante esta ruptura? 1968 representa una ruptura radical en el modo de funcionamiento de los intelectuales de izquierda. A lo largo de la década de 1950 los intelectuales quienes eran compañeros de viaje comunistas obedecieron a dos axiomas, uno explícito y otro implícito: “un anticomunista es un perro” (Sartre); un intelectual nunca debe, bajo ninguna condición, unirse al partido comunista. (29) Milner caracteriza a esta actitud como “zenonismo”, refiriéndose a la paradoja de Aquiles y la tortuga de Zenón: un compañero de viaje es Aquiles en relación con la tortuga-partido comunista: él es dinámico, más rápido, sobrepasa al partido, pero siempre va a la zaga, es decir, nunca llega a alcanzarle... Con 1968, este juego terminó: 1968 estuvo bajo el signo del “aquí y ahora”, buscaba la revolución AHORA, sin aplazamientos – uno tenía que unirse al partido o estar contra él (como lo estaban los maoístas). En otras palabras, 1968 quiso desencadenar un pura actividad radical de la multitud de masas (en este sentido, “las masas hacen la historia” del los maoistas son opuestas a las pasivas “multitudes” fascistas) No hay Otro, ni algún lugar, sobre el cual uno pueda transferir esta actividad. (Si hubo un filósofo de esta pura actividad, fue Deleuze).

El núcleo del libro de Milner está cerca del análisis de la izquierda proletaria maoísta (la Gauche prolétarienne), la principal organización política que emergió fuera de Mayo de 1968. Cuando se vino a bajo, algunos de sus miembros (como Benny Levy) optaron por la fidelidad al nombre del judío, otros escogieron la espiritualidad cristiana. Para Milner toda la actividad de la izquierda proletaria estuvo basada en una determinada negación, de rechazo por pronunciar un nombre. Milner propone una agradable imagen Magrittean: un cuarto con una ventana en el medio, una pintura encubriendo y obstruyendo la vista a través de la ventana; la escena sobre la pintura reproduce exactamente el exterior que podría haber sido visto a través de la ventana. Tal es la función de la falta de reconocimiento ideológico: ofusca la verdadera dimensión de lo que vemos.(183) En el caso de la izquierda proletaria, esta invisible verdadera dimensión fue el nombre del judío. Esto para decir que, la izquierda proletaria legitima su oposición radical a todo el establecimiento político francés como la prolongación de la resistencia contra la ocupación fascista: su diagnóstico fue que la vida política francesa estaba aún dominada por la gente que estuvo continuamente con la colaboración petainista. No obstante, aunque ellos señalaron al enemigo correcto, guardaron silencio sobre el el hecho de que el principal objetivo del régimen fascista no era la izquierda, sino los judíos. En pocas palabras, usaron el evento en sí para ofuscar su verdadera dimensión, de forma similar, al “judío del conocimiento” quien intenta redefinir su judaísmo de modo que sea capaz de borrar el núcleo real del ser judío.

Es aquí donde un análisis crítico debe comenzar. Cuando Milner afirma que la lucha de clases, etc., ya no son nombres divisivos, son remplazados por “judíos” como el nombre verdaderamente divisivo, él describe un (particularmente verdadero) hecho. Pero ¿que significa este hecho? ¿no puede ser interpretado también en los términos de la teoría clásica marxista de antisemita, que lee la figura antisemita del “judío” como un soporte metafórico para la lucha de clases? La desaparición de la lucha de clases y la re-aparición del antisemitismo son, pues, dos caras de la misma moneda, ya que la presencia de la figura antisemita del “judío” es sólo comprensible contra el trasfondo de la ausencia de la lucha de clases. Walter Benjamin (a quien el mismo Milner se refiere como a una autoridad, y quien es precisamente un judío marxista que permanece fiel a su dimensión religiosa de judaísmo y no es, pues, un “judío del conocimiento”) dijo hace mucho tiempo, que todo ascenso del fascismo atestigua una revolución fallida – esta tesis no sólo se mantiene hoy, sino es quizá más pertinente que nunca. A los liberales les gusta señalar las similitudes entre los “extremismos” de derecha e izquierda: el terror de Hitler y los imitados campos de terror bolcheviques, el partido leninista está hoy vivo con al Qaida – sí, pero ¿que significa todo esto? Esto también puede ser leído como una indicación de cómo el fascismo literalmente remplaza (toma el lugar de) a la revolución de izquierda: su ascenso es la falla de la izquierda pero simultáneamente es una prueba de que hubo un potencial revolucionario, insatisfecho, el cual la izquierda no fue capaz de movilizar.



Notes:

[1] Claude Lefort, The Political Forms of Modern Society: Bureaucracy, Democracy, Totalitarianism, Cambridge: MIT Press 1986.

[2] Jacques Rancière, Hatred of Democracy, London: Verso Books 2007.

[3] Moishe Postone, “History and Helplessness: Mass Mobilization and Contemporary Forms of Anticapitalism,” Public Culture, 2006 18:1.

[4] Jane Perlez and Pir Zubair Shah, “Taliban Exploit Class Rifts to Gain Ground in Pakistan,” New York Times, April 16 2009.

[5] Thomas Altizer, personal communication.

[6] Thomas Frank, What’s the Matter with Kansas? How Conservatives Won the Heart of America, New York: Metropolitan Books 2004.

[7] Tobias Duck, “Israel drafts West Bank expansion plans,” Financial Times, March 2 2009.

[8] Saree Makdisi, Palestine Inside out: An Everyday Occupation, New York: Norton 2008.

[9] Noam Yuran, personal communication.

[10] Jean-Claude Milner, L’arrogance du présent. Regards sur une décennie: 1965-1975, Paris: Grasset 2009. Numbers in brackets refer to the pages of this book.

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