MAS-IPSP - Parte 2 - El origen del MAS-IPSP, los ciclos de lucha desde 1989 hasta 2006 en Bolivia
5 El instrumento político
Una vez que el rumbo de la ASP divide al movimiento, al IPSP se le niega su aceptación ante los organismos electorales como partido político, por lo tanto decide tomar el nombre de un pequeño partido que le cede sus siglas y su personería: Movimiento Al Socialismo, resultando así la conjunción MAS-IPSP en 19981. No obstante, bajo las siglas IPSP se participa en las elecciones de 1997, obteniendo Evo Morales un puesto como diputado, mediante una alianza con el dirigente Alejo Veliz de Izquierda Unida (IU), con quien rompe al año siguiente a causa de la disputa del liderazgo del trópico de Cochabamba (Stefanoni: 2004).
Varios pueden ser los factores de largo plazo que construyen el tejido discursivo del plano de emergencia para la irrupción del MAS-IPSP y su proyecto étnico popular durante los últimos años del siglo pasado. Entre ellos contamos el plano organizativo y su composición, que es básicamente el mismo de los demás movimientos sociales bolivianos. Como los sindicatos cocaleros nacen bajo el auspicio de la CSUTCB, este sindicato, pese a sus divisiones, hace parte fundamental en la estructura organizativa; a ello se suman el trabajo de otros sindicatos como el Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia “las bartolinas”, la Confederación Sindical de Colonos de Bolivia (CSCB) y la Confederación de los Indígenas del Este Boliviano (CIDOB)(Do Alto, 2006: 8). Buscar una relación diferencial entre sindicato-partido es prácticamente indistinguible, pues el MAS-IPSP stricto sensus no es un partido en el significado clásico de partido político2. Mas bien, es una instancia articuladora de ciertas expresiones campesino-sindicales-étnicas organizadas que actúan en lo regional con fines de articulación ampliada de incidencia en lo nacional.
El plano organizativo puede demarcarse los cambios entre long duree y de tiempos cíclicos- ideleógicos como son: la ruptura con el neoliberalismo y su moral, el desgaste de las formas organizativas, las migraciones y colonización interna de Bolivia. Sumados estos factores que se dan dentro de los ciclos que llegan a ser episódicos, pero que en su conjunto caracterizan el ciclo de luchas que se abre a partir el año 2000 están: el clima antiimperialista, reforzado por el intervencionismo estadounidense a través de su embajada en el problema del narcotráfico y la erradicación del cultivo de la hoja de coca, con la puesta en marcha del “plan dignidad”; el rechazo a los partidos tradicionales, especialmente por el desborde de las demandas populares, delineando así los límites de la “democracia pactada”, desborde este acompañado y potenciado por las articulaciones democráticas de los movimientos sociales, demostradas adelante con la “guerra del agua” y la “guerra del gas”; la perdida de capacidad articulatoria de la narrativa discursiva del nacionalismo revolucionario, dejando vació el espacio que ocupaba el neo-populismo; y, una bastante episódica que causó gran impacto para la participación y apertura de espacios articulatorios de los movimientos sociales, bajo el cobijo institucional que significó la Ley de Participación Popular (LPP) de 1994.3
“En efecto, al reconocer y alentar las OTB [Organizaciones Territoriales de Base], la LPP destapó en cierta medida la caja de Pándora, ya que esta dinámica de participación y apropiación de las instituciones democráticas “desde abajo” resultó a la larga ser contradictoria con el mantenimiento de los mecanismos de la democracia pactada, y su ampliación al nivel municipal.” (Basset, 2004: 59)
Aquellos factores que implican procesos de largo tiempo se sedimentan en las redes de relaciones sociales construidas sobre la cuestión étnica, es decir, de las cuestiones que aparecen insertas por la colonialidad de poder construidas, subrepticiamente, a través de las formas articulatorias que toman parcial y sincrónicamente los movimientos sociales en este periodo dentro del sindicato y el instrumento político. Estos factores son impulsados por la narrativa étnica del katarismo de resignificación del indio, “El indianismo deja de ser una ideología que solo se limita a resistir, y se va a expandir intentando disputar la capacidad de dirección cultural y política de la sociedad a la ideología neoliberal dominante durante los últimos veinte años.” (García Linera, 2008) y, no exclusivamente es una emancipación del discurso neoliberal del último ciclo, es también en la larga memoria, la “descolización” de siglos de colonialismo.
En Bolivia, a partir del 2000, el ciclo de luchas va a tomar el carácter de una lucha hegemónica, pues la división del campo social encontrará antagonismos sociales parcialmente encadenados por luchas entre identidades parciales, construyendo un nicho de articulación dentro del campo político que la “democracia pactada” no puede absorber dentro de un sistema de diferencias, intentando cooptar al indianismo y a los movimientos sociales mediante políticas multiculturalistas y uno que otro paliativo. Es decir, los movimientos sociales desbordaron la lógica diferencial del sistema de identidades, tal es el caso de la identidad “campesino” con la cual tanto los gobiernos de derecha como las organizaciones de izquierda trataron de bloquear a un conjunto de identidades plurales que, por su parte, se fugaron de tales identificaciones y, así, pasaron a antagonizar con la estructura social.
Los límites de la “democracia pactada” se presentan porque la mediación del sistema de “alianzas” es bastante contradictorio, las coaliciones no se sostenían sobre lógicas ideológicas, sino típicamente clientelares y oportunistas, unas veces se estaba con uno y en el siguiente periodo con otro; este es el caso del MIR de izquierda, al que le daba prácticamente lo mismo establecer relaciones con el MNR de centro derecha o con el ADN de profundos criterios de derecha. Por lo visto, la lógica pragmática de los pactos de gobierno sopesaban sobre el pacto sistémico (Basset, 2004: 56). Dada tal situación, la mediación entre el partido y la sociedad es nula, porque la lógica del sistema no toma en cuenta a la sociedad mas que con fines puramente electorales. Según el esquema, los sectores sociales, más allá de los grandes empresarios, no son necesarios para el funcionamiento sistémico del pacto. Esta dinámica choca, mejor antagoniza con otra, esta ultima es la propia dinámica de los movimientos sociales y sus formas organizativas democrático-populares y su intervención en el campo ocupado por las dinámicas de la “democracia pactada”.
6 La decisión de los movimientos sociales el ciclo de luchas para el siglo XXI, la guerra del agua y la guerra del gas.
Esta intervención hegemónica se da gracias a la decisión dentro de un campo de indecidibilidad en la estructura social de un conjunto de “voluntades colectivas”, éstas son agencias sociales inestables, con límites imprecisos, redefinidas de continuo y construidas merced a la articulación contingente de una pluralidad de identidades y relaciones sociales (Laclau), además cuyo rumbo es incierto. García Linera en la anterior cita, de una u otra manera, deja claro que la decisión de estas voluntades fue de intervenir en la lucha hegemónica, dentro de la cual la construcción de “pueblo” va a constituirse en la lógica de articulación política. La decisión de la lucha por la hegemonía es, en principio, una cuestión ética de los movimientos y que sólo ellos pueden juzgar.
Las políticas de apertura económica del Estado colonial boliviano, impulsaron toda una serie de privatizaciones en sectores económicamente estratégicos, especialmente, la extracción y producción sobre los recursos naturales no renovables (minas, gas y petróleo). Las privatizaciones se extendieron sobre la prestación de servicios básicos como el agua. Gracias a los condicionamientos para los préstamos por parte de Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), bajo la Ley 2029 de Servicios, Agua Potable y Alcantarillado Sanitario, se otorga la concesión a Aguas del Tunari, filial de la estadounidense Bechtel Enterprises (Stefanoni, 2004: 320). Lo primero que hace esta empresa es subir desmesuradamente los precios del servicio, además los términos del contrato y la ejecución dejaban el manejo exclusivo de cualquier forma de recolección y distribución de agua en toda la zona de la ciudad de Cochabamba y sus áreas rurales exclusivamente a la concesión.
Las protestas no se hicieron esperar y la ciudad de Cochabamba se empezó a movilizar en torno a la consigna “el agua es nuestra”. Todo el núcleo de enlaces de redes y acompañamientos fue canalizado a través de la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida, dentro de la cual participaban los “regantes” de las áreas rurales de Cochabamba, estudiantes, obreros, amas de casa, etc,. Es decir, aquellos no se incluían dentro de una forma organizacional extendida, vieron en la flexibilidad de la coordinadora un punto de apoyo. Así empezaron las formas de presión con bloqueos en la ciudad y la negativa de pago del servicio. Para reprimir las protestas fueron enviadas unidades del ejercito desde La Paz. El escalonamiento de los enfrentamiento ocurre desde el mes de Febrero del 2000 hasta Abril del mismo año, cuando Cochabamba estuvo sitiada por las protestas cuadra por cuadra y se negociaba una salida entre el gobierno y los representantes de la Coordinadora (Kruse, 2005: 150).
La experiencia de la “guerra del agua” se convirtió rápidamente en un referente de acción, organización y articulación social en torno a demandas populares tanto para los movimientos sociales como para la izquierda. Los ecos de la lucha Cochabambina se trasladaron rápidamente como uno de los procesos más ricos de articulación social, no sólo para Bolivia sino en conjunto para Latinoamérica. Esto se debe, en gran medida, porque fue exitosa en su objetivo básico: la modificación rápida y sin mayores trabas en el congreso, una vez pactado el fin de la guerra, de la ley 2029; pero sobre todo, porque fue en realidad el escenario de la participación de organizaciones de base “desde abajo” y gente del común, sin que ejerciera mayor injerencia de partidos u otras organizaciones de tipo jerárquico, trabajando en torno a demandas populares específicas.
En la Guerra del Agua se destilaron dos demandas claras, en torno a un problema agudo de necesidad básica, y contra la humillación cotidiana a manos de los políticos. La consigna "El agua es nuestra, carajo" captó bien el sentido común: por un lado insistía en el acceso al elemento vital, y por otro era un grito para poner fin a los atropellos a la dignidad. Este mensaje compacto y denso logró "politizar" el agua de un modo productivo, en los términos ya no de las elites locales, sino de demandas básicas y de una "tolerancia cero" a las negociaciones oscuras. En este sentido, era una combinación de enunciación y acción que democratizaba -abría a la luz, aprehensión y acción pública- el tema del agua (Kruse: 156)
La construcción de articulaciones a través de demandas constata la presencia de un nuevo tipo de formas organizativas con procedimientos y accionar democráticos, generando un campo antagónico que contradice el sistema de alianzas y procedimientos de construir y constituir lo político contra el sistema diferencial, que implica el Estado colonial y sus instituciones. Además, cuando un tipo de demanda particular rebasa sus propias limitantes locales y deja el espacio para la extensión concatenada de demandas básicas, no ya a cierto tipo de racionalidades políticas modernas como una totalidad social, sino a espacios para articulación con otros tipos de identidades y demandas también particulares y contingentes, estamos ad portas de lo que Laclau denomina “pueblo”.
Así, la finalización de los bloqueos en la “guerra del agua” no terminó únicamente con el retiro de la concesión de Aguas del Tunari, sino que elevaron su particularidad con otras preocupaciones amplias: sobre el modelo de sociedad que estaba constituyendo, el discurso neoliberal y el modelo de sistema político del Estado colonial boliviano. A partir de los planteamientos abiertos y fugados de las demandas populares de la “guerra del agua” se comienza a cuestionar fuertemente asuntos como la soberanía nacional, la comercialización y explotación incontenible de los recursos naturales, el control político, y precisamente, como una de las propuestas mas extendidas de la Coordinadora de Defensa del Agua y por la Vida, fue la posibilidad de convocar a una Asamblea Constituyente, que poco a poco empezó a tomar mayor fuerza.
El otro gran escenario en este ciclo de luchas sociales fue la “guerra del gas” de 2003, por el proyecto de venta, comercialización y explotación del gas dentro de los acuerdos de exportación del producto hacia México y Estados Unidos a través de puertos chilenos (Stefanoni, 2004: 372), en el cual los beneficios para la nación eran menos que marginales. El clima de tensión en este año fue bastante fuerte. Las formas de la protesta social iban desde la instancia parlamentaria de partidos, entre ellos el MAS-IPSP y el MIP, que se oponían al proyecto del Presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, conocido como “Goni”, pasando por el bloqueo de carreteras, huelgas de hambre, enfrentamientos a piedra con la policía y el ejercito, hasta el cerco de la ciudad de La Paz desde la ciudad de El Alto. El hecho que abre las protestas fue la masacre de 20 indígenas, bajo el supuesto “rescate” por parte del ejercito de un grupo de turistas extranjeros, quienes habían quedados atrapados en medio de un bloqueo de las comunidades Warisata y Sorota (Gonzalez Pasos, 2005: 130-133). Este hecho detonó todo el clima de hostilidades que se iban acumulando durante todo el año.
La masacre activó de manera casi inmediata el repudio popular y fueron las organizaciones sociales de la ciudad de El Alto las primeras en reaccionar, convocando a un paro cívico para la siguiente semana, obteniendo un éxito abrumador. A partir de aquí son estas organizaciones, sus formas de acción y articulación, las que concentraran todo el núcleo de demandas populares de la “guerra del gas”. La Federación de Juntas Vecinales (FUJEVE) creada en 1979 y la Central Obrera Regional-El Alto (COR-El Alto) de 1989, son organizaciones de tipo local con complejas estructuras, especialmente las juntas vecinales que componen la FUJEVE. Son complejas por los carácteres articulatorios de experiencias organizativas concentradas en la ciudad de El Alto; las migraciones de obreros, los desplazamiento de campesinos de las zonas tropicales de Bolivia, el encuentro entre formas ancestrales de organización comunal como el Allyu, con estructuras modernas asambleísticas como las sindicales y toda la experiencia de los sectores mineros migrados, confluyen en un espacio urbano, resultando en heterogéneas y bastante complicadas redes de organización para resumir aquí4. La articulación de estos tejidos sociales donde confluyen y dispersan “rizomáticamente” la memoria larga, la memoria corta, el Allyu, el sindicato, la colonialidad del poder y las fugas descoloniales, proporcionan las características sui generis de estas formas de organización y de “poder no estatal” (Zibechi, 2007: 117-153).
Las movilizaciones de la ciudad de El Alto son acompañadas por otras ciudades, especialmente de la región que integran el collasuyu, La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí, ganando el respaldo de sectores la clase media de estas ciudades. Para el mes de Octubre Bolivia se encuentra paralizada por la ola de protestas, las cuales ya no solamente reclamaban el rescate de los recursos naturales, sino además la renuncia de “Goni”. Las semanas de Octubre marcaron también el fin definitivo de la “democracia pactada”, el sistema de alianzas y pactos se resquebraja, el gobierno pierde rápidamente el respaldo de sectores políticos, económicos y sociales que lo habían acompañado, incluso su vicepresidente Carlos Mesa se distancia de las posiciones adoptadas por Sánchez Lozada (Gonzalez Pazos, 2005). Finalmente, el 17 de Octubre el presidente dimite ante el congreso que acepta su renuncia, este último nombra a Carlos Mesa transitoriamente en el cargo y se frenan las intenciones de los proyectos de explotación y venta de gas.
7 La construcción de pueblo y sus demandas
La ampliación de la heterogénea base social alrededor de unas demandas, muestra que la capacidad articulatoria de las organizaciones e identidades sociales puede verse impulsada por la coordinación y carácter implícitamente abierto y contingente de las formas identitarias de los sujetos políticos que se insertan en una cadena equivalencial. Como no todos lo sujetos pueden articularse en torno las demandas especificas se establecen formas equivalenciales de interpelación a través de significantes amplios y, por ello, menos restrictivos. Emergen allí cadenas en las cuales las identidades sociales son afectadas por el mismo proceso de intervención y decisión. La recuperación de los recursos naturales o la exigencia de la renuncia de un gobierno son apenas el eslabón que une las diferentes aspiraciones políticas particulares; no obstante, las condiciones de emergencia y desarrollo filogenético son primordiales para que tales superficies de inscripción sean potencialmente antagónicas a un sistema diferencial de totalidades sociales.
El terreno de protestas del ciclo de 2000-2003 abrió y potenció el encuentro de las demandas particulares, por su carácter abierto, los respaldos y acompañamientos para la articulación son posibles dado al carácter también abierto, y excluidos de las otras experiencias e identidades. Desde los sindicatos cocaleros, los partidos políticos como el MAS-IPS, el MIP, las federaciones sindicales, hasta los núcleos locales, las juntas vecinales, las comunidades de regantes, los sindicatos regionales, los cuales tienen objetivos y formas organizativas particulares lograron, al menos de forma parcial ejercer poder a través de la convocatoria contingente y abierta de demandas extendidas y amplias, que pueden unir eventualmente a todo un conjunto disperso y particular de expresiones sociales, pero que tiene en común el desborde del sistema diferencial social del Estado colonial moderno boliviano, del cual este “pueblo” fue excluido en su acto fundacional.
De esta manera va tomando fuerza la idea de una refundación del Estado boliviano a través de la convocatoria a una Asamblea constituyente, ya con una correlación de fuerzas favorable a estas expresiones. Y debido, fundamentalmente, a que las formas de expresión de la democracia representativa moderna no son capaces de articular fuerzas que la desbordan, ni de cumplir a través del sistema de diferencia y mediaciones siquiera los reclamos y demandas democráticas básicas que promulga el Estado moderno. Obviamente, cuando esto sucede al interior de una sociedad per se fragmentada, tanto por exclusiones raciales, de clase y regionales, el campo de disputa político queda dividido en articulaciones antagónicas. Llegados a aquí cabe preguntarse, entonces ¿Qué es lo que da le carácter especial al MAS-IPSP para que sea analizado?.
8 El MAS-IPSP: articulaciones y significantes
El MAS-IPSP, como ya se dijo, nace de la propuesta de la ASP, obtiene en lo electoral tras su fundación algunos puestos menores en las principales áreas de influencia de éste. Desde el comienzo ha sido identificado como un partido de los cocaleros y, en principio, ha defendido el cultivo y uso de la hoja de coca mediante la argumentación de su valor simbólico y ancestral, parte cultural de las comunidades originarias. En palabras de Stefanoni, el MAS-IPSP se constituye “De la nueva síntesis propuesta por la ASP, emerge la propuesta de una Bolivia Socialista, Multinacional y Comunitaria, resultante de la superposición de la “lucha nacional y lucha clasista”. Se define como el “nuevo sujeto de la Revolución” a “originarios, obreros y campo popular” y se propicia la articulación del Pachakuti andino, el marxismo y la idea de Tierra sin mal del Oriente boliviano, en una interpelación al conjunto de los explotados” (Stefanoni, 2004: 349). Este extraño eclecticismo como se muestra al MAS-IPSP no puede producir extrañeza a la luz de la historia de los movimientos sociales bolivianos. Sin embargo, dicha interpelación no siempre es posible, en ocasiones, es fallida dadas las posiciones particulares o la insistencia en el carácter cerrado o de prioridad ontológica de alguna identidad y sus demandas.
Tal vez el “exito” o la gran peculiaridad del MAS-IPSP ha sido precisamente la capacidad de interpelación con otros movimientos sociales, la extensión de sus demandas y a los significantes flotantes que han tomado como base para su propuesta y programa de partido. “Socialismo”, “plurinacionalismo”, “comunidad”, “coca”, incluso Asamblea Constituyente, “antiimperialismo”, “soberanía”, indio, “autonomía”, “igualdad” son, junto a otros más más, algunos de los significantes arrojados para la asociación, poder captar la simpatía y generar resistencia, en un campo discursivo abierto y contingente. Si bien, todos estos significantes pasan a mantener ciertas definiciones, no pueden poseer una unidad estable, el principio articulatorio impide que tal cierre se dé. Me arriesgo a plantear que, tal vez, el significado de cada palabra, en último término, no pude ser determinado de una vez y para siempre, no puede ser lo trascendental aunque así lo quiera; si, quizas necesario. Aquí lo importante es la decisión de intervención hegemónica en la lucha por el control o puesta en marcha de un campo propio y compartido de elección de los mecanismos mediante los cuales puede darse nuevas intervenciones para disputar las significaciones de los mismos, esto por lo menos a nivel discursivo.
El movimiento cocalero fue logrando –mediante una eficaz batalla simbólica– inscribir sobre la superficie discursiva de un espacio político una serie de significados que le han permitido pasar de expresar los intereses sindicales económicos-corporativos de los cultivadores de coca a articular parcialmente una voluntad nacional-popular que interpela al modelo económico e institucional vigente en el país desde 1985; y –en virtud de una suerte de “memoria larga”– a la propia historia de dominación y exclusión heredada del período colonial. Uno de los éxitos de las organizaciones cocaleras consistió en enfatizar la dimensión identitaria y ritual de la hoja de coca para las culturas andinas; y –a través de la popular consigna “la coca no es cocaína”– combatir la estigmatización de su cultivo. (Stefanoni, 2004: 344)
La reapropiación del significante “coca” por parte de los movimientos cocaleros de los Yungas y de El Chapare5 a través de la puesta en circulación de la defensa del cultivo de ésta con criterios de usos y costumbres, pero además, como sostén económico y única vía posible de supervivencia, hace parte de la ampliación de los margenes discursivos del movimiento cocalelero, incluso bajo una argumentación económica. Según algunos estudios citados por Stafanoni, la producción de la hoja de coca para algunos sectores sociales de bolivianos es prácticamente insustituible, debido a que los costos para la producción, el ciclo de cultivos y la gran productividad, no tienen comparación con otras actividades económicas viables para sectores que dependen del cultivo de la hoja de la coca en Bolivia (Stefanoni, 2004).
El cultivo de la hoja de coca no siempre es salvaguardado como una expresión de la identidad ancestral indígena, intelectuales del indianismo como Fausto Reinaga, ven en la coca uno mas de los medios de opresión al indígena, sumado a la cristianización y al abuso del alcohol por parte de la población indígena. No obstante, la toma hegemónica del significado “coca” está asociado y regulado en el mundo, debido a la ilegalidad que supone las manipulaciones químicas y subproductos narcóticos de la hoja de coca y a toda la cadena productiva resultante de un negocio transnacional, violento en muchas ocasiones, y perseguido fuertemente por los Estados. Desde la década de los ochenta la intervención o “cooperación” de Estados Unidos mediante la política antinarcóticos, tratada como un asunto de seguridad interna para este Estado, en toda la región andina, ha marcado en el movimiento cocalero un fuerte sentimiento de hostilidad ante las prácticas de presión militar que se ejercen en la lucha antidrogras.
Las dimensiones de la problemática del narcotráfico han puesto en primera plana de la realidad nacional boliviana las reclamaciones y justificaciones del cultivo de la hoja por parte de los cocaleros, mediante sus sindicatos y federaciones. En especial, de la región de El Chapare, el poder organizativo corporativo característico de la década de los noventa, intenta oponer sus propias significaciones sobre el significante “coca”, movilizando toda su capacidad operativa con altas dosis de simbolismo, no sólo como un reclamo sectorial sino transformando en una lucha por la soberanía de la política antinarcóticos, que amplía y extiende la particularidad de su lucha, en una demanda de autonomía y autodeterminación.
Mediante una operación hegemónico-discursiva, el significante coca –asociado por los gobiernos boliviano y estadounidense con narcotráfico y cocaína– fue progresivamente resignificado como “hoja milenaria heredada de nuestros antepasados” y, fundamentalmente, “defensa de la dignidad nacional”; convirtiendo al discurso en defensa de la coca en una superficie de inscripción para el creciente cuestionamiento a la subordinación nacional a los mandatos de la embajada estadounidense, cuya abierta intervención en los asuntos internos de Bolivia asume características imperiales. (Stefanoni: 344)
La subordinación de las élites políticas a los dictámenes de las políticas antidrogras alentó también la desconfianza, ya presente, de los movimientos sociales favorecidos en su imagen, en gran medida por el desgaste de los sistemas de alianzas partidistas y los pactos de gobierno que se ocupaban principalmente de los asuntos clientelares. Por ello, las decisión del MAS-IPSP de intervenir directamente en el Estado, postulando candidaturas para la presidencia en 2002 y en el 2006. Otro Hecho, que parece mas bien anecdótico, se dio en en 2002, cuando debido al fuerte tono de las discusiones que mantenía Evo Morales en el Parlamento en medio del clima de tensión de las protestas cocaleras contra militares en Sacaba (Stefanoni, 2003: 68), Evo fue acusado de alentar la desestabilización institucional, acusado de incitar el uso de la violencia por parte de los manifestantes, también fue acusado de “narcotraficante”, siendo finalmente expulsado del congreso en Enero de 2002. Lo anterior generó que su imagen y reconocimiento se elevaran a límites no previstos por los opositores del movimiento, lo cual en su momento fue entendido como una exclusión de tipo racista.
La irrupción en el congreso de las identidades indígenas en los espacios políticos como éste, que prácticamente les habían sido vedados -en este caso el parlamentario-, causó todo tipo de reacciones e inconvenientes tanto para élite criollo-mestiza y los políticos de los partidos tradicionales, como para los propios indígenas que accedían por primera vez a espacios de discusión y legislación como el parlamento. El lenguaje, el manejo precario del castellano, las intevenciones en las discusiones, las faldas de pollera de las indígenas diputadas, dieron lugar a todo tipo de burlas y discriminaciones. Las primeras etapas de la experiencia parlamentaria del MAS-IPSP, fue bastante difícil, mientras los diputados se adaptaban a las formas parlamentarias. “El poder colonial –difuso en los distintos espacios de la vida social– sumado a los propios “complejos de inferioridad” promovidos por siglos de estigmatización y opresión, conspiraron contra el protagonismo indígena, contra la transformación del factor indígena en fuerza hegemónica: en sus discursos, en su capacidad interpelatoria en castellano, e incluso en la forma de ocupación física del espacio parlamentario”(Stefanoni: 370).
9 Lo abigarrado
Muchos pueden ser los detalles anectodóticos, especialmente, los que tienen que ver con ese complejo de inferioridad del indígena, en la ocupación espacial del parlamento boliviano, mas aún cuando sus experiencias políticas se habían limitado a los espacios comunal y el sindical. Examinemos en detalle este complejo asentado sobre la corporeidad indígena proveniente de los tiempos coloniales y republicanos atravesados durante el siglo XX, por el tipo especial de “sociedad” que se ha constituido en Bolivia. Para este análisis se ha hecho uso de una categoría, desde la academia boliviana, que intenta explicar el tipo muy especial de conformación social dentro de formaciones sociales bastante particulares y de cómo se superponen unas sobre otras, vista en la apropiación tanto espacial como discursiva de las identidades en la disputa hegemónica: el abigarramiento.
El abigarramiento social fue la categoría utilizada por Zavaleta, y retomada y actualizada por Tapia, para avanzar en el análisis de las características de la sociedad boliviana. Dicha categoría de análisis hace referencia a una “condición de sobreposición de diversos tipos de sociedad, que coexisten de manera desarticulada, estableciendo relaciones de dominación y distorsión de una sobre las otras” (Tapia, 2002a: 10). El abigarramiento es el resultado de la superposición de “diferentes tiempos históricos, es decir, diferentes civilizaciones, en un mismo territorio y presente político y social” (Tapia, 2002a: 10), dando lugar a un país multisocietal con un Estado monocultural y monosocietal (Tapia, 2002a: 11), resultado del intento de querer unificar nacionalmente –a través de una superposición colonial– algo que pertenece a diferentes tipos de civilización y diferentes culturas a la vez (Tapia, 2002a: 17). (Stefanoni, 2003: 322)
La discusión que sigue exige la explicación de un conjunto de ordenes discursivos dentro de los cuales el abigarramiento se inscribe como una superficie de inscripción del tipo de sistema de diferencias, que intenta integrar en un estado monocivilizatorio y monoétnico al conjunto heteregéneo de practicas sociales -simbólicas-, bajo órdenes discursivos hegemónicos como pueden ser el multiculturalismo o el indigenismo. Empero, habría que intentar reconocer primero cuáles son los tipos de orden civilizatorio que intervienen en la superposición de la conformación social boliviana. Según García Linera, en Bolivia intervienen cuatro grandes tipos de regímenes civilizatorio, esto entendido como un conjunto coherente de estructuras generativas de orden material, político y simbólico que organizan de manera diferenciada las funciones productivas, los procesos técnicos, los sistemas de autoridad y organización política, además, de los esquemas simbólicos mediante los cuales las colectividades extensas dan coherencia y sentido al mundo (García Linera, 2007). Siendo para García Linera:
Moderna industrial: de la racionalidad práctica, mercantil y acumulativa, donde se separa lo económico de lo político.
Economía y cultura de actividad mercantil mas simple, con una racionalidad gremial o corporativa como son los artesanos, pequeños propietarios rurales y campesinos.
Amazónica: de carácter itinerante, -nómada-, cuya técnica está anclada en el conocimiento individual, y que carece de Estado.
Comunal: con procedimientos fundados sobre la fuerza de gestión familiar y comunal, de autoridades e instituciones políticas propias sin una separación de lo económico y lo político (Garcia Linera, 2007).
El carácter multicivilizatorio de la conformación social boliviana no posee relaciones simétricas entre los mismos, muy por el contrario, la toma hegemónica del régimen civilizatorio moderno industrial evidentemente se superpone a las demás, articulando para los demás un sistema diferencial que los excluye como momento e intenta agregarlos como elemento. Las relaciones asimétricas del campo social repelen a las demás, de manera antagónica, las identificaciones que se logran parcialmente entre los diversos regímenes se concatenan exclusivamente por un principio de rechazo. Este proceso de rechazo también está presente al interior del propio MAS-IPSP, y en general de la izquierda boliviana. La exclusión y rechazo de cierto tipo de regímenes hace parte de las discusiones y disputas internas de la organización.
Así tenemos varios tipos de rechazos y exclusiones dentro de los sectores pertenecientes al MAS-IPSP. Por un lado la aceptación o no de portulados de las corrientes marxistas, identificadas con lo occidental, dentro del tipo de régimen que se superpone sobre los demás -del abigarramiento que puede oponer el marxismo-(Stefanoni, 2003:363); y, por el otro, está la corriente del indianismo radical que pretende la superposición del régimen civilizatorio comunal, en la creación de un tipo de estado puramente indio, que excluye igualmente a los demás. Aquí se debe hacer mención oportunamente del principio de articulación, pues de una u otra manera, tal como lo entiende García Linera, lo que pretende el MAS-IPSP no es propiamente iniciar a etnizar el Estado a través del discurso indianista radical, porque como supone la colonialidad del poder, toda la estructura del Estado ya está per se racializada: moderna colonial (García Linera, 2007).
Lo anterior ha traído como consecuencia cierta ambigüedad en la posición del discurso del MAS-IPSP, mediado entre un radicalismo indianista y una lectura del tipo marxista de la realidad boliviana. Esto deriva en que sectores con ideologías emancipadoras externas del MAS-IPSP, critiquen esa ambigüedad no sólo discursiva sino también programáticamente, lo cual se evidencia en la distancia que se ha dado entre, por ejemplo, el MIP de Felipe Quispe, desde el indianismo, y de igual manera, con el histórico POR que, desde un radicalismo marxista, critica actualmente las posturas plurinacionales, de negociación con los empresarios bolivianos que ha adoptado el gobierno del MAS-IPSP6, por no mencionar la obvia incompatibilidad de este discurso con el neoliberalismo.
Como se ve la coexistencia de una diversidad de modos de producción -simbólica, de significantes o económicas- con sus respectivas lecturas de tiempos históricos y sistemas políticos, no siempre logran extender equivalencias frente a lógicas y técnicas ya sean políticas u organizativas que las atraviesen a todas por igual (García Linera, 2007). La coincidencia de demandas particulares, en la interpelación con otros sectores, tiene a estos factores como su principal obstáculo para la articulación en cadenas extensivas, fuera del propio potencial poder articulatorio de los significantes. El fraccionamiento organizativo y la ambigüedad discursiva frente a estos aspectos no significa que sea imposible la articulación, por el contrario, puede tal vez constituirse en uno de los factores fundamentales para que puedan ser inscritas en la superficie discursiva del campo contra-hegemónico con otros particulares.
Lo que se intenta decir es que, muy seguramente, si el MAS-IPSP, cerrara o bloqueara alrededor de una identidad sus bases programáticas y discursivas, muy poco habría podido alcanzar a nivel general, no podría ser un núcleo parcial de articulación popular, mucho menos sobre una conformación social con varios regímenes civilizatorios, aunque no necesariamente los integre a todos. Así el MAS-IPSP de pasar de ser un partido de origen rural, cuyas bases se encuentran en el sindicalismo cocalero, no se resguardo en la identidad que esta formación social podía darle. Por el contrario, tanto el MIP como el POR, resguardos en proyectos con presuntas identidades fijas, ya sea indio ya sea proletario, ven ellos como sus programas se ven limitados a la defensa y lectura particularista, sin posibilidad de articulación más allá de sus propios límites cognitivos e identitarios.
Aunque la imagen inicial del MAS era la de un partido de los cocaleros, desde un inicio se planteó como un partido nacional comprehensivo. Hoy en día, es de los trabajadores en general. Así se debe interpretar la votación de 2002: trabajadores que votaron por trabajadores; un voto de clase a la vez que un voto por el principio de la soberanía nacional. (Tapia, 2004: 356)
La ampliación de la base heterogénea que ha ido construyendo el discurso programático del MAS-IPSP hace posible la integración parcial con otros tipos de demandas, pues al interior del MAS-IPSP están negociando e interviniendo varios tipos de reclamos, ideologías, y grupos. Como ya se dijo el MAS-IPSP no es un partido en el sentido estricto7, no posee altos grados de institucionalización, las discusiones que se llevan al interior se realizan teniendo como objetivo el apoyo de los líderes del partido quienes sirven mas como mediadores que como guías en las confrontaciones internas8. Entre el panorama de grupos de presión al interior del MAS-IPSP están presentes por supuesto, indianistas, ex-izquierdistas, militantes de partidos como el PCB, guevaristas, trotskistas, el Partido Comunista de Bolivia Marxista-Leninista (maoísta), independientes, intelectuales, sindicatos cocaleros, la clase media urbana, etc (Stefenoni, 2004: 359).
No obstante, la principal forma de articulación que posee el MAS-IPSP es la movilización social. Tras la fuerza de movilización del MAS-IPSP es como se van estableciendo los vínculos que permiten la articulación, esto a su vez, también establece que estas mediaciones sean más de carácter coyuntural y específico alrededor de una demanda o asunto particular que, en cierta medida, identifica y logra “aglutinar” a los sectores que simpatizan con el MAS-IPSP, mas por el carácter de la movilización misma que por que la posición que establezca el MAS-IPSP. Así la posición de apoyo y confrontación del MAS-IPSP en la intervención de las protestas populares como la “guerra del agua” y en la “guerra del gas”, constituye un punto nodal de la propuesta programática. “Frente a las polarizadas visiones actuales acerca de cómo “cambiar el mundo”, el MAS-IPSP plantea sin fisuras la necesidad de transformar el poder conquistado por las organizaciones sociales en poder estatal; en el contexto del nuevo ciclo de luchas y transformación de la estructura de oportunidades políticas en beneficio de la acción colectiva de los sectores subalternos.” (Stefanoni, 2003: 66).
10 El Estado, la intervención hegemónica, programática y la fallida inclusión de todos los sectores
La intervención del MAS-IPSP en asumir el poder estatal impulsando desde allí una transformación del sistema político, esta vez teniendo en cuenta a los sectores subalternizados y excluidos de las fundaciones políticas del estado moderno colonial, sin necesidad de entrar en una confrontación exclusivamente violenta, ni de destruir las bases de la democracia representativa se convirtió para el MAS-IPSP en la estrategia de lucha hegemónica. Tal vez por ello, durante el ciclo de protestas abierto desde el 2000, nunca abandonó la vía parlamentaria, resguardando, en ocasiones defendiendo, los mecanismos de la democracia participativa, como ocurrió durante el momento más álgido de protesta en el 2003. Y, por el contrario, intentó establecer alianzas mas amplias con los demás sectores radicales con miras hacia la contienda electoral del 2006, en lo que se constituyó la experiencia del Estado Mayor del Pueblo:
… es la unidad de los movimientos sociales a través de la firma de un pacto de unidad revolucionaria que reagrupa al MAS, al Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), la COB, los dos CSUTCB /8 y las organizaciones de El Alto, en marzo de 2005, la que ha estado en el origen de la caída del gobierno de Carlos Mesa. Una unidad que ha saltado inmediatamente en pedazos, en razón de las disensiones relativas a la nacionalización del gas (el MAS ha permanecido favorable mucho tiempo a una solución “50/50” antes de sumarse al objetivo de la nacionalización tardíamente), y de la tradicional competencia de direcciones, tan características de los movimientos sociales bolivianos. (Do Alto, 2006:9 )
Además de ello, el otro tipo de ampliación o de extensión que ha llevado a cabo el MAS-IPSP está en el acercamiento con las clases media urbanas. Como ya se mencionó, dentro de los grupos de presión al interior del MAS-IPSP se encuentra una pequeña capa de intelectuales provenientes de la izquierda, quienes representan y ejercen cierta influencia sobre la clase media urbana, medios universitarios y en organizaciones que también se cuentan como parte de este ciclo de luchas. Para la primera postulación presidencial del MAS-IPSP, en el 2002, alcanzó el segundo lugar con un pequeño margen porcentual detrás del depuesto Sanchez Lozada. El MAS-IPSP se convirtió así en la segunda fuerza electoral en Bolivia. En aquella ocasión la fórmula vice-presidencial de Evo Morales fue un antiguo militante guevarista y periodista del PCB, Antonio Peredo, con el firme objetivo de atraer el voto de la clase media. De manera similar se “repite” la fórmula o táctica electoral vicepresidencial en el 2006, con el ya vicepresidente Álvaro García Linera9, cuyos escritos hacen parte fundamental de este trabajo.
Aun así, los esfuerzos del MAS-IPSP por alcanzar ciertos tipos de alianzas con la mayoría de sectores que participaron tanto en la “guerra del agua” como en la “guerra del gas”, no surtieron los efectos esperados, pues el MAS-IPSP no obtuvo el respaldo de los sectores históricos con mayor movilización: el MIP, la COB, la FUJUVE, y la COR. Las tensiones entre estos sectores y el MAS-IPSP se centraron, especialmente, en la postura programática que, en cierta medida, ataba los reclamos de las organizaciones a la conservación temporal de la institucionalidad hasta ese punto presente. No obstante, esto sirvió para que sectores de la clase media pudieran ver en el proyecto del MAS-IPSP una salida a la crisis institucional, que no representara la disolución de algunos espacios democráticos dentro del sistema estatal y, con ello, de la viabilidad de una transformación del Estado a través de procedimientos democráticos, como el electoral, que sirvieran de garantía para la participación de estos mismos sectores.
Al ser el MAS-IPSP un encuentro de identidades, en vez de ser el mismo ser una identidad fija, los esquemas de interpelación con otros sectores se mantienen por los límites de presencia de un movimiento este tipo. Para ser mas claros, el MAS-IPSP, no posee por así decirlo un “programa”, aunque actúa programáticamente, el nivel de discusión se somete a cada momento a los espacios de construcción de confianza e intermediación discursivo-simbólica; son en las asambleas, en las juntas comunales, e incluso sobre la marcha de la movilizaciones donde se dan a conocer los puntos, los objetivos del MAS-IPSP, es decir, con el encuentro directo con el pueblo, el ciudadano o el elector (incluso cliente), como se ha ido construyendo una idea general de los puntos programáticos del MAS-IPSP en la carrera presidencial. De esta manera, y por otras razones, el MAS-IPSP tiene una escasa producción escrita, por así decirlo su corpus ideológico no ha sido decantado concretamente en algún documento, y en esto los autores utilizados han coincidido, no porque constituya una falencia, sino porque es una característica comprensible10, sobre todo del MAS-IPSP, cuyos contados escritos, como menciona Stefanoni, son altamente repetitivos, consignatarios y muy poco analíticos.
Así los documentos más claros al respecto son, sin lugar a dudas, los programas electorales presidenciales, además de una que otra acta de congreso, los cuales presentan de una forma ordenada y coherente los postulados del MAS-IPSP, si bien estos no son escritos propiamente de los dirigentes del MAS-IPSP, sino que “Alrededor de Álvaro García se ha dibujado, en efecto, un equipo de economistas y de sociólogos (Carlos Villegas, Juan Ramón Quintana, Elisabeth Salguero...) encargados de elaborar lo esencial del programa del MAS, bajo la dirección del candidato a la vicepresidencia. No han sido pues los principales dirigentes del partido los que han llevado a cabo esta tarea, aunque han estado integrados en las comisiones de trabajo relativas al programa” (Do Alto, 2006: 12). Esto se debe, en gran medida, a que los movimientos indígenas y campesinos que integran y son la base MAS-IPSP no cuenta con intelectuales, por así llamarlos “orgánicos”.
La propuesta del programa del MAS-IPSP recoge, a grandes rasgos, la mayor parte de aspiraciones de diversos movimientos sociales, especialmente, las demandas mas urgentes y extendidas durante el ciclo de luchas del 2000: nacionalización de los hidrocarburos, de los recursos naturales (madera, explotación minera, etc.), la defensa y reconocimiento institucional extendido del cultivo de la hoja de coca, definiciones frente a la política internacional, independencia de los dictámenes de la embajada estadounidense, en general, autodeternimación del destino y constitución del Estado, democratizar y nacionalizar el Gobierno (Do Alto, 2006: 12). Tal y como se puede apreciar, los principales puntos o temáticas alrededor de los cuales gravita el programa del MAS-IPSP no podrían calificarse de “revolucionarios”, y ahí aquí un cambio o desplazamiento, pues este tipo de propuesta es parecido al programa nacional revolucionario. Estos contornos o rasgos de nacionalismo revolucionario están aun latentes en las raíces de los movimientos y de las fuerzas políticas que conjuntamente elaboraron el programa -en un nacionalismo plebeyo dirá Stefanoni-.
Ahora bien, el programa del MAS-IPSP nos conduce a la discusión sobre las vías para llevar a cabo los objetivos propuestos y proyectados en él. Obviamente, la opción adoptada por el MAS-IPSP, es la lucha por la hegemonía “a través de la rehabilitación del Estado, cuyo papel sería coordinar las diversas plataformas que constituyen la economía boliviana (grandes empresas, comunidades y micro-empresas artesanales), lo que Álvaro García llama el “capitalismo andino-amazoniano”, con el objetivo de lograr un “choque productivo” creador de empleos y de riquezas” (Do Alto: 13). Es decir, transformar de alguna manera el poder popular de los movimientos sociales y partidos de izquierda cercanos al MAS-IPSP en poder estatal institucional y sus procedimientos (de hecho ya lo está haciendo); la idea de quebrar desde el interior las estructuras estatal-coloniales, perece ser un principio muy asentado en la base del movimiento social, o por lo menos no se descarta tajantemente; el mismo MIP de Quispe ha participado en las elecciones a congreso y a las presidenciales. Y las discusiones sobre una presunta “naturaleza” represiva del Estado pertenece mas a un plano interpretativo y académico de abordar una realidad.
11 Sobre los presuntos horizontes desactivadores de lo político en Bolivia: Estado y multiculturalismo
Lo anterior entra en cierta contradicción con una imagen del indígena y sus estructuras de participación comunal política ancestrales como el Allyu, frente al poder avasallador y corrupto de las formas Estado, sin embargo y siguiendo una lógica bastante simple, no podemos dar por sentado que un ambiente democrático garantice totalmente la formación de subjetividades democráticas, como que, en medio de esquemas represivos y autoritarios no puedan formarse tales subjetividades; simplemente, porque las identidades son formaciones de sentido parciales y temporales de una posición de sujeto, aunque bajo ellas se intente centrar el sentido bajo el control hegemónico de los significantes, en este caso los identitarios. Es tal vez Raul Zibechi, quién mayores reservas ve en este proceso de “estatalización” e institucionalización de las formas que adoptan los movimientos de resistencia cuando entran en el juego del poder Estado.
Por supuesto, las preocupaciones que apunta Zibechi en la institucionalización de poderes no estatales, es un factor fundamental para revisar en un proceso de transformación (y en cierta medida, se da, recuérdese los escándalos a mediados del 2008 por actos de corrupción de dirigentes de origen humilde del MAS-IPSP), obviamente cuando se asume e interviene en la lucha por el poder estatal se corren los riesgos, bastante previsibles, de los que habla Zibechi. Sin embargo, la total dispersión del poder pertenece más una tipo propuesta del lejano Deleuze, que a una lógica o práctica política extendida, que tropieza por la misma lógica, mencionada también por Zibechi, siempre latente de un Estado en potencia que existe en todas parte y en cualquier tipo de formación social, es decir lo que se intenta es conjurar la posible aparición de un Estado inherente a la propia humanidad. Es la imagen dicotómica de lógicas dualistas entre “movimiento-comunidad” y el “Estado-partido” como inmanente, latente y estático.
Por razones que aquí parecen obvias, Zibechi ve en la formación del MAS-IPSP, sobre todo la propuesta multicultural de los intelectuales de este partido, la puerta para la estatalización del poder no estatal de comunidades que dispersan el poder, es decir la entrada de propuestas o significantes exteriores a los movimientos, así como a los espacios comunales, y el peligro de la creación potencial de un “Estado Aymara”. Sin embargo, evade de cierto modo una pregunta esencial: mientras tanto ¿qué se hace con el Estado Moderno y sus estructuras?. Intentar dispersar el poder estatal o intervenir en él, o acaso reconstruir un Estado, es la cuestión que a nivel general se plantea a largo plazo en Bolivia con el MAS-IPSP en el gobierno. Y la discusión que continúa precisamente aborda la cuestión de la refundación, democratización o desetnización Estatal a través de la propuesta hasta ese momento de la Asamblea Constituyente, demanda mediante la cual el MAS-IPSP logró por esta vía, en cierta medida, ganar las elecciones y llevar al puesto presidencial al MAS-IPSP con Evo Morales en el 2006.
A través de los los escritos de García Linera se puede visualizar los alcances y dificultades político-ideológicas que tiene por delante el proyecto del MAS-IPSP al frente del Estado boliviano. Según García Linera la tarea principal del gobierno del MAS-IPSP no trata, en efecto, de etnizar el Estado sino de “la desmonopolización de la etnicidad del Estado o, si se prefiere, la igualdad de derechos políticos y culturales a todas las etnias y culturas que hay en el país. A esto le hemos llamado un Estado multinacional o multicultural.” (García, 2007: 72). Se haya, no obstante, que el multiculturalismo y la multinacionalidad son categorías académicas sobre cuestiones prácticas aun irresolubles bajo conflictos de carácter étnico y nacional. Y pueden conllevar en la práctica connotaciones de un racismo velado.
En otras palabras, el multiculturalismo es un racismo que vacía su posición de todo contenido positivo. El multiculturalismo no es directamente racista, no opone al Otro los valores particulares de su propia cultura, pero igualmente mantiene esa posición como un privilegiado punto vacío de universalidad, desde el cual uno puede apreciar (y despreciar) adecuadamente las otras culturas particulares: el respeto multiculturalista por la especificidad del Otro es precisamente la forma de reafirmar su propia superioridad (Žižek, 1998) (Stefanoni, 2003: 332).
El multicultaralismo no es un significante nuevo en Bolivia, ya la Ley de Participación Popular que promulgó el MNR en la década del noventa contiene algunas puntadas de la entrada de la propuesta multicultural, impulsada desde la institucionalidad estatal. A esto se suma la dura crítica que realiza Zibechi sobre un presunto Estado multicultural, cuando afirma que: 1. No es una propuesta que nace del interior de los movimientos sociales; 2. El ejercicio de las autonomías indígenas precede y crea las condiciones para la construcción de una unidad mayor, sea un Estado multiétnico o multinacional, porque la nueva articulación no puede ser continuidad del Estado actual sino algo nuevo -o sea diferente- construido desde abajo; 3. El Estado no puede contener la pluralidad y la multiplicidad; 4. Levantar el objetivo de Estado multicultural, asumiendo por tanto una lógica de poder estatal, va de la mano de la unificación y centralización del movimiento social anulando así su capacidad dispersadora; 5. La participación en el Estado -aunque sea para construir un Estado multinacional, a partir necesariamente del Estado colonial- engendra un sector de funcionarios indios separados de sus comunidades que forman una nueva élite funcional al sistema de dominación: y, 6. El sujeto comunitario aymara (en el mundo aymara no existe sujeto social fuera del marco comunitario) se constituye de modo autónomo, lo que lo diferencia de otros sujetos. Mientras la clase obrera no es comprensible sin la burguesía, el campesinado sin los terratenientes, las mujeres sin el patriarcado, los desocupados sin el trabajo, el movimiento aymara presenta otra genealogía: no se referencia necesariamente en el opresor sino en su historia y en sus memorias larga y corta (Zibechi, 2006: 187-214).
La aplicación del multiculturalismo bajo el gobierno del MAS-IPSP, según la delineación expuesta por García Linera, estaría sustentada sobre la propuesta del proceso de asamblea constituyente, que abarca el periodo posterior a la delimitación de este trabajo. En esta propuesta se recogen algunas de las demandas “multiculturales”, intentando la desmonopolización del estado monoorganizativo lo cual se asienta sobre una institucionalidad monocivilizadora, cuyos principales puntos de propuesta son: 1. el reconocimiento constitucional de sistemas políticos y sistemas de formación de autoridad practicados por las comunidades campesinas, barrios, gremios y ayllus; 2. elección de representantes a través de sistemas de deliberación; 3. obligatoriedad del reconocimiento del derecho a veto en la gestión estatal de los recursos naturales; 4. reconocimiento de los sistemas de rotación de cargos y de la consecuente rendición de cuentas a entes colectivos, no solo a los determinados por entidades estatales(García Linera, 2007). Los anteriores puntos están presentes en la discusión sobre los tipos de democracia y sus límites prácticos. Garcia Linera mediante esta propuesta intenta construir un puente entre las formas de la democracia liberal y las formas de democracia comunitaria, que a su vez se convierte también en una mediación entre los diferentes regímenes civilizatorios presentes en Bolivia.
Una igualación política sustancial entre culturas e identidades requiere de una igualación de modos de producir política en todos los niveles de la gestión gubernamental (general "nacional", regional y local); esto es, igualación de prácticas políticas, de instituciones políticas, de modos de ejercer la democracia y sistemas de autoridad política diferentes, pertenecientes a las distintas comunidades culturales y regímenes civilizatorios que coexisten en el territorio boliviano.(Garcia Linera, 2007 : 79)
Los efectos que pueda traer el multiculturalismo en Bolivia, quedan por fuera del alcance de este trabajo. La discusión continúa abierta y no se pueden dar conclusiones porque hasta aquí el proceso abierto, en esta materia, por el MAS-IPSP apenas está esbozado. Lo que si podemos decir es que el campo de conflictividad epistemológica interior y en la relación de los movimientos sociales, los partidos políticos, los grupos políticos, en el plano académico y del pensamiento social, persiste una tensión que aún no ha sido del todo resuelta; esto en gran medida, se constituye así porque la base heterogénea del las formaciones sociales en Bolivia y sus diversas demandas han impedido un cierre de lo social. Tal y como se ha visto, la práctica político-discursiva del campo antagónico de los movimientos sociales, por lo menos para el MAS-IPSP, se sustenta en que ninguno de los sectores posee un privilegio ontológico, pues como se defiende aquí y se ha mostrado, la construcción de identidades es apenas un intento por dar sentido desde las posiciones de sujeto frente al cambio o transformación social, y estos intentos son apenas parciales y se “fijan” temporalmente dependiendo de los espacios que puedan abrirse o entran en conflicto con un discurso hegemónico.
Se ha visto también, que la lucha por los referentes es potenciada por las formas organizativas sociales, tanto de largo aliento, o las que persisten en la larga memoria, como de los cambios sustantivos dentro de ciclos, de menor duración, conformando la corta memoria. En Bolivia, sin lugar a dudas, se asiste desde el periodo el ciclo de luchas del 2000, a una reactivación de la política en el sentido amplio del término, a una lucha por el control político del lenguaje, a la construcción de formas de construir lo político que tal vez no tengan parangón en las demás experiencias de la izquierda en Latinoamerica, Quizás por la complejidad de redes organizativas, ideológicas, a esa articulación entre la experiencia sindical obrera y la comunitaria, cruzadas con las consignas e idearios igualitarios de la izquierda política, producen un tipo especial de subjetividad popular, en un país que, según Alain Touraine, de lo que suceda allí definirá la viabilidad de los proyectos políticos de la izquierda Latinoaméricana, en la cercanía como la distancia que los separa de los demás proyectos de izquierda en gobierno de este “giro a la izquierda” latinoamericano, o de aquellos proyectos que por distintas razones, no quieren entrar en la lucha por la hegemonía.
La decisión y persistencia de los movimientos sociales, los partidos, grupos, organizaciones, ha mostrado cómo la construcción de poder “desde abajo” pueden decidir el rumbo político de una sociedad. Es claro que el destino político del Estado boliviano ha dado un giro, no podemos decir si en la dirección correcta o incorrecta, el MAS-IPSP simplemente no podría repetir la experiencia fallida de otros gobiernos de izquierda en el pasado, y si el Estado puede utilizarse para la protección y potenciación de los muy ricos y diversos procesos de experiencia de articulación política desde Otras formas democráticas de constituir las relaciones sociales locales, sindicales, vecinales, comunitaria, gremiales corporativa, etc., sin llegar a centralizarlos de facto. Pues bien, no se puede predecir las posible rutas que pueda tomar el proceso. Sin embargo, el primer gran reto que se le plantea al MAS-IPSP se encuentra en cómo pueden incluirse la mayoría de los reclamos y demandas de los sectores sociales en una nueva carta constitucional, de cuya posibilidad y favorabilidad política se da gracias a la movilización social, a los esquemas de memoria larga indígenas y las bases del pensamiento emancipador.
1La historia del origen de la sigla MAS es un poco peculiar, Stefanoni nos dice: “El MAS proviene originariamente de la Falange Socialista Boliviana (FSB), fundada por Unzaga de la Vega en 1937 emulando a la fascista Falange Española. Unzaga y el falangismo boliviano organizaban los cuadros de choque que atacaban sindicatos e izquierdistas, y durante la Revolución deguerra del gas 1952 fueron la oposición contrarrevolucionaria y expresaban a los terratenientes “blancoides” racistas que defendían sus propiedades contra los levantamientos indígenas. A fines de los años ochenta, el ala de la falange liderada por Añez Pedrasa se fue moviendo a la izquierda y formó el MAS Unzaguista, que se aliaría con grupos como el de Evo Morales para formar Izquierda Unida. Luego, Morales, buscando inscribirse en el sistema electoral, acabó apropiándose de la sigla del MAS, eliminando al unzaguismo como apellido e ideología, aunque manteniendo los mismos colores azules del falangismo (Bigio, 2002). (Stefanoni, 2004: 353). En el libro MAS-IPSP DE BOLIVIA INSTRUMENTO POLÍTICO QUE SURGE DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES de Matha Harnecker y Federico Fuentes, se ofrece in extenso la historia de las siglas y un análisis del corriente falangista en Bolivia y cómo esta termina cediendo su nombre a un partido de izquierda.
2En el caso del MAS, no se trata ni de una organización de cuadros ni actúa en función de la dinámica del debate del aparato burocrático, intelectual y administrativo interno; su base organizativa son los sindicatos agrarios y organizaciones populares urbanas, y una buena parte de las decisiones políticas partidarias se resuelven preponderantemente en ampliados o congresos sindicales antes que en los niveles de la dirección administrativa del partido (García Linera, 2003).
3Acerca del la importancia como factor de la Ley de Participación Popular García Linera dice: “La aplicación de la Ley de Participación Popular, si bien ha contribuido en algunos casos a un notable fortalecimiento de las organizaciones sindicales locales que han logrado proyectarse electoralmente en el ámbito nacional, también puede ser vista como un mecanismo bastante sofisticado de cooptación de líderes y de activistas locales, que comienzan a girar y propugnar sus luchas y sus formas organizativas alrededor de los municipios y las instancias indigenistas expresamente creadas por el Estado”.(García Linera, 2008)
4La experiencia del las organizaciones de El Alto son de una complejidad bastante amplia. Raul Zibechi, desde una óptica deleuziana, dice que las expresiones sociales de El Alto son formas organizativas que se fugan al control vertical jerárquico, intentando dispersar el poder leviatánico de las formas Estado. Justamente su libro Dispersando el poder, hace un análisis a profundidad de estas formas antagónicas de organización.
5La Ley 1008 define una cuota de producción legal de hoja de coca para la región de los Yungas de La Paz, y prohíbe el cultivo en otras partes. (Basset, 2004: 59)
6Para leer la posición actual del POR se puede consultar su página de Internet.
7Al respecto Rea dice que: “El MAS ha logrado articular su dirección política bajo al estructura del sindicalismo, de ello que autores como Toranzo (2002) lo categorizan como una instancia corporativa más que un partido político” (Rea, 2003: 20).
8Para Tapia la experiencia del MAS-IPSP se parece mucho a los inicios de la socialdemocracia europea “en la medida en que representa una iniciativa de sindicatos que organizan partidos para buscar el poder en el Parlamento y el Ejecutivo por vía electoral.” (Tapia, 2004: 348)
9Alvaro García Linera, actual vicepresidente de Bolivia, es un historiador mestizo, (valga aquí la alusión racial), con un agitada vida política. Fue compañero de Felipe Quispe y junto a él formaron en 1990 el Ejercito Guerrillero Tupak Katari (EGTK), una guerrilla basada en los presupuestos del indianismo radical y los Allyus Rojos que constituía su brazo armado, sin embargo, la guerrilla fue rápidamente desmantelada ya para 1992, García Linera y Felipe Quispe fueron puestos bajo arresto del cual salieron poco años después, a partir de allí Álvaro García se dedicó de lleno a la vida académica, hasta cuando aceptó ser la fórmula vicepresidencial de Evo Morales y el MAS-IPSP.
10Al respecto hay una anécdota bastante ilustrativa en el documental Cocalero (2007) del ecuatoriano Alejandro Landes, donde se muestra, en medio de la campaña electoral del MAS-IPSP, como el partido enseñaba, bajo simulacro, la forma y por quién debían votar los indígenas, muchos de ellos quienes con avanzada edad y analfabetos, se les daba las instrucciones en aymara o quechua, mientras que una de las líderes regionales del MAS-IPSP enseñaba a su propia madre, de más de ochenta años quien votaba por primera vez al igual que muchos de los presentes, como hacer el procedimiento; ella hablando en aymara, decía “menos mal que por aquí nunca hubo educación porque a estas alturas habría desaparecido el idioma originario”.
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